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Las operaciones de Jesús, Dios y hombre, eran de dos tipos: las que hacía como Dios eran infinitas, eternas, misteriosas. Las que realizaba como hombre eran, igual que las de los demás hombres, limitadas, terrenas, naturales.
Jesús pensaba, amaba, sentía como hombre y conocía y quería como Dios. En la única persona de Jesús, la divina, misteriosamente confluían dos naturalezas (unión hipostática). Y, por lo tanto, había dos conocimientos y dos voluntades perfectamente armonizadas, pero diferentes.
Jesús sigue siendo hombre y Dios. Resucitado y "sentado a la derecha del Padre", sigue siendo una persona y teniendo dos naturaleza. Nos es imposible entender y explorar el misterio de sus operaciones actuales, reales pero incomprensibles, duraderas pero inexplicables.
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